Si eres una más del club de los 30 años, es posibles que hayas experimentado una crisis existencial o que ahora mismo, estés inmersa en ella.
Pero, ¿esto es algo que nos pasa a la mayoría de nosotras o es tan sólo un mito?
La vida no trata de encontrarte a ti mismo. La vida trata de crearte a ti mismo.
George Bernard Shaw
Hoy… la crisis existencial de los 30: cuando lo que parecía que iba a ser, resulta que no es.
Hace unos meses cumplí 30 años.
Cuando me preguntan: ¿Cuántos años tienes? Mi cerebro trata de asimilar en milésimas de segundo que YA tengo 30 años. Y es que claro… creemos que el tiempo no pasa para nosotras.
Los treinta parecían tan lejanos… dejas de ser la “más joven” en todos los grupos, cuando conoces a alguien con 20, empiezas a echar cuentas y a recordar qué estabas haciendo tú cuando tenias su edad (y todos los momentos embarazosos que viviste entonces; porque otra cosa no, pero el cerebro tiene una habilidad excepcional para recordar esa caída en mitad del tren), y empiezas a pensar si hasta entonces, has vivido la vida que realmente quieres vivir.
Mi familia se reía de mí el día que cumplí 25 años y les dije que estaba viviendo una crisis existencial (si hubiera sabido que me duraría hasta los 30 años, habría empezado a llorar antes). Y yo, que era mucho de aportar pruebas para convencer a los demás de que todo lo que estaba sintiendo era verdad (en lugar de simplemente escucharme a mí misma), busqué en Google: Crisis de los 25.
Y ¡Ajá! Allí estaban todos los síntomas que yo estaba experimentando:
- Miedo al futuro. Normalmente acabas sobre esa edad de estudiar y empiezas a dudar qué camino tomar: ¿Qué tal si ahora estudio un máster? No no, debería empezar a trabajar porque si no ¿Cuándo voy a empezar a cotizar?
- Necesidad de independencia. A esa edad, si no es antes (o algunas ya sabemos que hasta los 40 no la tienen) surge la necesidad de independizarte de tus padres. Empiezas a tener dinero, sentirte adulto (o ¿serlo?) y aún no tienes una responsabilidad que absorba todo tu salario.
- Presión social. Quién no experimentado ese momento, de reunión familiar, y todas las miradas se han clavado en ti. ¡Bingo! Comienza la ronda de preguntas: Oye, que ya me ha dicho tu madre que te has echado novio, uno nuevo. A ver si este te dura más que el anterior, porque claro, ya estas en una edad de tener hijos, porque quieres tener hijos, ¿verdad?. Si la situación ya de por si es incómoda, imaginaros la cara de vuestro ¨nuevo novio¨. Y tú, aparentado normalidad dices: abuela que la de los novios no soy yo, es la Carmen (Sonrisa forzada y cómplice con tu prima, la Carmen). Empiezas a plantearte si realmente estás siendo un buen humano, y estás cumpliendo con los requisitos de ciudadano ejemplar a los 25.
- Llamada maternal/paternal. Uf, después del comentario de la abuela, empiezas a ver a todos los bebes monos, incluso a los recién nacidos. A veces sientes la ¨necesidad¨ de ser madre (Otras ves a tu novio y piensas que ya lo eres). Y comienza de nuevo ese estrés por la lucha interna que tienes contigo misma. Sinceramente, si que creo que biológicamente sintamos las ganas de ser madres, o por lo menos, yo si lo experimenté así en mi caso. Pero se convierte en un problema cuando no estás realmente preparada.
- Cambios hormonales. Recuerdo que leí que esto estaba relacionado con el tema de ser madre. Tu cuerpo cambia porque está naturalmente programado para tener hijos, con lo cual se adapta para ello. Y bueno, en el caso de los hombres, me imagino que también experimentarán cambios… Asique imaginaros el despliegue de hormonas paseándose por tu sistema…
Mientras leía todo aquello, más me reafirmaba en que efectivamente, estaba en crisis. Una verdadera crisis existencial.
La verdad es que me vino bien la excusa de la crisis documentada, ya que cuando alguien me preguntaba acerca del futuro yo, que quería salir a toda costa de los estereotipos de la sociedad, sacaba mi papelito con todos los puntos y hacia las explicaciones oportunas.
El tiempo siguió pasando. Y la crisis existencial dejo de ser tema de broma para convertirse en algo más serio. Cada vez me sentía más perdida y el tiempo pasaba más rápido que nunca. La sensación de querer construir algo, pero no saber por dónde empezar era cada vez mayor.
Además, las dudas eran por todo: ¿Qué tal pedir una hipoteca? O no no, mejor estudiar la oposición primero y luego ya con esa posición laboral podré comprarme una casa mejor. ¿Qué tal si me mudo a otro país a trabajar? Mmm… pero ya tengo 28, y mi inglés no es muy bueno… además, no puedo estudiar y trabajar a la misma vez… tengo que pagar el alquiler y ya de por sí, llego justa a fin de mes….
Cualquier pequeña decisión era una constante duda.
La sensación es de ir a por algo al cuarto de estar y cuando estas allí pensar ¿A por qué venia?
Mi cerebro estaba agotado, y eso repercutía en mi estado de salud físico y emocional. Estaba irritada y las relaciones con los demás se estaban deteriorando. Lo mismo ocurría con las parejas. Al sentirme así, era incapaz de mantener una relación estable con alguien.
Y no era que no quisiera hacerlo, era que no podía. Miedos, celos, falta de confianza. Me costaba mucho asumir que era una mujer independiente pero que en lo más profundo de mí no sabía estar sola. Así fui saltando de ¨relación en relación¨. Por supuesto, divertidas pero inestables.
Menuda tormenta ¿eh? Pero no fue todo malo. Aprendí a disfrutar de las cosas fugaces, y a valorar más el presente. Como todo era una toma de decisiones, ahora soy mejor resolviendo problemas, ya que sé cual es el proceso para ello. Me conocí más a mi misma, y me acepté como soy.
Todo esto duró casi 5 años. Cerca de los 30 años, me senté conmigo misma y me dije: amiga, ésta eres tú. Y eres las decisiones que tomaste en el pasado, pero también las que vas a tomar hoy mismo. Asi que deja de lamentarte, joder, que ya eres grandecita… Hice una valoración sobre las cosas que no quería que se repitiesen y pensé en qué es lo que realmente quería a nivel profesional y personal.
Y empecé a trabajar en ello.
Me focalicé y me escuché sólo a mi misma. Sin opiniones externas. Acepté que la sociedad quiere una cosa, pero eso no quiere decir que coincida con lo que yo quiero.
Hoy en día, tengo 30 años y no tengo hijos, ni casa propia ni trabajo «estable». Vivo en el extranjero, con lo cual se puede decir que no tengo ni país. Pero soy emocionalmente estable y estoy orgullosa de las decisiones que he tomado.
El día que decidí y acepté que no soy lo que los demás querían que fuera, terminó mi crisis.
Ahora me siento segura de mi misma, con un montón de experiencias vividas y que quedan por vivir.
Sé lo que estás pensando. Vivir en ese estado de crisis, de no saber qué hacer, es agotador. Pero lo más importante es que sepas que se pasa. Ningún estado es permanente.
Por supuesto tienes que trabajar en ello y ser muy sincera contigo misma y con lo que realmente sientes y quieres.
En el siguiente artículo, te cuento cuales son las pautas que sigo para tomar decisiones. Por supuesto es una idea, y estoy segura de que tú conoces muchas más. ¿Las compartes con nosotras? ¡Seguro que podemos aprender mucho de ti!
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Por último decirte que todas somos distintas. Hay personas que buscan unas cosas en la vida y otras que necesitan algo distinto. Todo es aceptable. Y maravilloso.
¡Nos vemos por la vida!
Estupendo post. Gracias por escribirlo 😁
¡Muchas gracias! Te esperamos en el próximo.
Me encanta Gema 😘♥️
¡Mil gracias Patri! Maravilloso leer esto. 😉
Me encanta !
Así es
¡Y lo importante es aprender de ello!
¡Gracias por tu comentario Marta! 🙂
[…] Además, si te perdiste nuestro articulo sobre la crisis de los 30 años, puedes leerlo aquí. […]